Resumen de artículo en prensa digital
Fuente: Diario.es
Mar Cambrollé.
No existe un país en el mundo donde de una manera sutil o más brutal, no se vulneren los derechos humanos de las personas trans. Vulneraciones que pueden concretarse en una desigualdad social; exclusión del ámbito laboral, ausencia de prestaciones sanitarias y el no reconocimiento legal de la identidad libremente sentida y manifestada. En otros, la integridad física y moral carece de protección y seguridad.
El estigma social sobre las personas trans, que nos convierte en ciudadanía de segunda, hace que no creen alerta social y repulsa las agresiones, homicidios o el fomento del odio que con total impunidad se perpetran en países como Brasil, México, Colombia, Venezuela y Honduras, en América Central y del Sur.
Hemos conseguido que social y políticamente se hable de transfobia y que además sea condenada y repudiada. La transfobia está acorralada.
El fomento e incitación al odio, se disfraza de “libertad de expresión”, dejando esta de serlo, cuando se atenta contra el honor, la intimidad, identidad y dignidad de las personas. La vulneración de derechos hacia las personas transexuales por motivo de su identidad de género deviene en algunos casos en conductas delictivas, que bajo las premisas de un estado de derecho no han de ser toleradas.